top of page

RESTAURANTE "LA CÁBILA"

Buscábamos un sitio en el que poder degustar comida "de la de toda la vida" sin tener que mantener a los niños pegados a la silla, y aburridos como ostras, en uno de esos enormes comedores en los que las mesas se amontonan y terminas intimando con la espalda de tu vecino de atrás más de lo que quisieras.

Así que nos pusimos a preguntar, y una buena amiga nos recomendó el restaurante "La cábila", en San José de la Vega.

Llegar puede parecer complicado, para los que van desde Murcia capital, ya que hay que atravesar varias pedanías, con sus carreteras llenas de semáforos, hasta encontrar el sitio. Pero en realidad no son más de 15 ó 20 minutos, dependiendo de cuál sea el punto de partida.

Y el viaje merece la pena.

A los pequeños se les ilumina la cara nada más entrar por la puerta ya que, desde las 14 horas, disponen de una ludoteca coronada por una enorme colchoneta inflable. En la habitación, vigilada en todo momento por monitoras, hay además juguetes, casitas, puzzles...

La pared principal de la ludoteca es una enorme cristalera, por lo que los adultos pueden vigilar a los niños sin problema si se quedan a comer en la terraza del restaurante (la terraza es, en realidad, un recinto cerrado, con techo de cristal y corredero, de modo que se abre o se cierra según la climatología. No os mojaréis). Incluso desde uno de los extremos de los salones interiores, se pueden ver las cristaleras y vigilar a los pequeños.

En cuanto a la comida, si bien no tienen una cocina gourmet de cinco estrellas, lo cierto es que calidad y precio se corresponden. Su especialidad son las carnes a la brasa. Y eso es lo que probamos: pollo y cordero a la brasa para dos adultos y dos niños, patatas en ajo cabañil (fritas para los pequeños), plato de huevos rotos con jamón y patatas al centro, tapa de boquerones con aceitunas, bebidas, helado y tarta de la abuela de postre: 30 euros. Y aunque el servicio es lento (conviene llegar a las dos menos algo, porque después se colapsa), el trato es muy agradable. Uno se siente como en casa.

Conclusión: el paseo por las pedanías merece la pena, para grandes y pequeños.

Ah! Justo en la calle de enfrente, al salir del restaurante, hay un jardín público, con columpios... por si las fieras se quedan con ganas de más.

  • iconos circulo-01.png
  • iconos circulo-02.png
  • iconos circulo-07.png
bottom of page